miércoles, 22 de julio de 2015

Formar, enseñar, ganar o disfrutar


Formar, enseñar, ganar o disfrutar

Antes los futbolistas nacían en las calles. Se criaban libremente, sin miedo a los entrenadores y formadores, y ello provocaba que existieran muchos jugadores más atrevidos que hoy en día. Ahora la mayoría acuden a escuelas, clubs, campus, centros de perfeccionamiento… Y tienen, en su mayoría, más calidad, mejores ‘esquemas’ futbolísticos, son más aplicados y obedientes. Pero son menos atrevidos sobre un terreno de juego.

El chaval que se criaba futbolísticamente en la calle intentaba el uno contra uno. Y otra vez si no le salía a la primera. Y otra. Y así mejoraba ese aspecto del juego. Y a la vez aprendía a solucionarse los problemas en el campo tal como le llegaban. Estaba obligado a pensar por si mismo y cuando en edad, pongamos, cadete o juvenil, llegaba a un club, su nuevo equipo se beneficiaba de su descaro y carácter ‘diferente’, a la vez que el entrenador de turno tenía doble trabajo para llevarle por el camino considerado más correcto.
Hoy, el fútbol para los niños ha cambiado de forma radical. Acuden a esos campus, clubs, escuelas… Y allí les enseñan ya a solucionar los problemas incluso antes de que aparezcan. Muchas veces, quizá demasiadas, los entrenadores-formadores piensan más en ellos que en la mejora del propio futbolista. No se les deja pensar ni expresar lo que sienten en el campo, tienen que ceñirse a lo que se les ordena y olvidarse de ninguna creatividad fuera del guión previsto. Cero fallos.
Para ganar no se puede fallar. Para no fallar más de la cuenta no se puede arriesgar y para no arriesgar no se debe, no se puede, brillar. El aprendizaje pasa a un segundo plano, casi siempre supeditado al esquema diseñado, y el resultado está por delante de todo. El equipo gana pero ¿el jugador? Pensemos en ello y reflexionemos antes de que se pierdan algunas de las grandes virtudes del pasado.